EL MITO DEL AMOR CAPITALISTA-PATRIARCAL

MAURICIO DIMEO

Introducción

Mucho se ha escrito sobre el amor desde diversas perspectivas, pero poco sobre su fundamento histórico y político, lo cual puede clarificar qué papel juega el amor en la sociedad y en nuestra individualidad. En este ensayo se busca clarificar qué es el amor, analizando varias propuestas desde el feminismo, el marxismo y la teología de la liberación.

1. Amor en la historia

Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad.

Che Guevara

El amor es un sentimiento que se ha transformado en cada periodo histórico, en la época barbárica el amor que más se valoraba era el sanguíneo, “en aquellos tiempos, una mujer que se sacrificase por el marido o amado hubiera merecido la desaprobación y el desprecio de la familia o la tribu a que perteneciese. En cambio, se concedía una gran importancia a los sentimientos amorosos con respecto al hermano o la hermana.” (Kollontai, 1923). Esto ocurría en razón de que las condiciones materiales requerían una unión familiar muy estrecha, para así lograr la supervivencia, por lo que el amor de pareja era secundario.

En la antigüedad esclavista el amor toma una forma distinta, ya que “el único sentimiento de amor que tenía valor era la amistad. El hombre que realizaba hazañas y exponía su vida por el amigo alcanzaba fama, como los héroes legendarios; su acción se consideraba como la expresión de la virtud moral. En cambio, el hombre que exponía su vida por la mujer amada incurría en la reprobación de todos” (Kollontai, 1923). Es decir, el amor entre amigos impera en una época en que lo sanguíneo pasa a segundo plano, dado que el surgimiento de las clases sociales hacía más provechosa la alianza entre personas sin parentesco para obtener poder o salir de la miseria.

En la Edad Media el feudalismo generó un amor desligado del matrimonio, dado que las alianzas entre familias eran más importantes para mantenerse dentro de la clase dominante que el enamoramiento, de modo que lo que imperaba era el amor caballeresco como un amor inalcanzable, ya sea hacia mujeres casadas, mujeres de una clase social superior, o mujeres imaginarias como la Virgen María (Kollontai, 1923). En contraparte, el amor entre campesinos fue el más genuino, pues al no estar mediado por los bienes materiales, permitía la vinculación de matrimonio y amor.

En pocas palabras, la mayor parte de la historia de la humanidad el amor de pareja no fue lo más importante, ya que el amor de hermanos, el amor de amigos y el amor imposible fueron priorizados en razón de que las condiciones históricas determinan nuestra consciencia.

2. Amor capitalista

La hipócrita moral de la cultura burguesa, que obligaba al dios Eros a no visitar más que a la «pareja unida legalmente», le arrancaba sin piedad las plumas más bellas de sus alas de brillantes colores. Para la ideología burguesa, fuera del matrimonio no podía existir más que el Eros sin alas, el Eros despojado de sus plumas de vivos colores; la atracción pasajera entre los sexos bajo la forma de caricias robadas (adulterio) o de caricias compradas (prostitución).

Alexandra Kollontai

La naciente burguesía rechazó la separación entre amor y matrimonio porque su poder ya no se basaba en la posesión de riquezas patrimoniales, sino en la acumulación del capital, por lo que necesitó que las mujeres fueran amigas y auxiliares de los hombres en la administración de su capital familiar, además de buenas amas de casa, por ende “las nociones de amor y matrimonio no se unificaron hasta los siglos XIV y XV, en los cuales comenzó a iniciarse la moral burguesa” (Kollontai, 1923). Esto implicó la fusión del amor carnal y del amor psíquico, como un ideal moral del amor.

Evidentemente, la fusión de amor y matrimonio en interés del capitalismo no siempre se conseguía, pero como lo que importa es el capital y no el amor, a la moral burguesa le basta con que los esposos aparenten amarse, concretando así la subsunción real del amor al capital. De este modo, la obra de Shakespeare: Romeo y Julieta, muestra la etapa de transición ideológica entre feudalismo y capitalismo, en tanto que ejemplifica un amor imposible (feudal) que lucha por romper la lógica de los matrimonios arreglados (capitalista).

Por otra parte, en la moral burguesa el amor se considera un sentimiento legítimo sólo dentro del matrimonio, la razón es económica: impedir que el capital acumulado se disperse con los hijos bastardos. De este modo, la literatura burguesa se ha dedicado a criminalizar toda unión amorosa extramatrimonial.

Asimismo, la moral burguesa ha fortalecido la idea de que todo puede ser objeto de propiedad, incluyendo a las mujeres, por lo que los hombres consideran a las mujeres como parte de sus bienes y por ende la monogamia sólo existe para quien no puede mantener a más mujeres.

Por otra parte, el amor dentro del capitalismo ha degenerado en neoliberalismo sexual, el cual es una ideología que bajo un discurso de máxima libertad y de amor libre, termina por mercantilizar al amor en extremo. La defensa de la prostitución como un “acto libre y voluntario” es el mejor ejemplo, dado que sólo una minoría de las prostitutas lo ejercen libremente, la mayoría es producto de la trata de mujeres o de la necesidad económica. Además esa minoría que la ejerce libremente, en realidad es presa de la enajenación capitalista, dado que asume a su cuerpo como una mercancía y no como parte integral de su ser. En este rubro se puede incluir la pornografía, los clubes swinger, la edecanería, el modelaje y los concursos de belleza, que refuerzan la idea de que el cuerpo de las mujeres es una mercancía más.

En pocas palabras, el capitalismo ha sacado el mayor provecho económico al amor, dado que el amor no posee una naturaleza inmutable, sino que es producto de cada contexto histórico y de las relaciones económicas que lo fundamentan.

3. Amor patriarcal

Solas no estamos nunca, tenemos un montón de gente que nos quiere. No tener pareja(s) no es un fracaso: el fracaso es estar con alguien que no te quiere bien, que no te trata bien, que te hace sufrir. El fracaso es estar en una relación que no funciona y que no te hace sentir bien. Siempre se está mejor soltera y rodeada del amor de tu gente querida, que en una relación de pareja que no te hace feliz.

Coral Herrera Gómez

El patriarcado es un sistema social que oprime a las mujeres. A diferencia del capitalismo que es un sistema declarado y defendido abiertamente, el patriarcado es un sistema oculto dado que no se nombra abiertamente por sus representantes: los hombres. Además, el patriarcado y el capitalismo están estrechamente unidos para favorecer a sus respectivos sujetos hegemónicos: la burguesía y la clase sexual de los hombres.

Para mantener a las mujeres sometidas a los hombres, el patriarcado utiliza el mecanismo del amor romántico (Herrera, 2010) para que su máxima aspiración en la vida sea encontrar al amor de pareja y eso las adormezca para que acepten sin protestar los mecanismos de opresión que favorecen a los hombres.

“Nuestra cultura amorosa occidental es hija de la gran ola romántica del siglo XIX, una época en la que los hombres eran ciudadanos de pleno derecho y las mujeres meros objetos de deseo (…) Los románticos no se enamoraban de campesinas o proletarias, sino de princesas” (Herrera, 2010). Es decir, el amor romántico es un invento reciente en la historia humana, sin embargo ha monopolizado al amor de pareja, al grado de hacerlo el amor más importante para las mujeres y su máxima realización social.

Para lograr ese dominio patriarcal sobre las mujeres, el amor romántico configuró con una serie de mitos que mantienen una falsa ilusión que impide ver la realidad sexo-afectiva y social (Herrera, 2010):

a) mito de la media-naranja: nos hace creer que no estamos completos si no tenemos una pareja, este mito criminaliza a las mujeres que no se casan como solteronas, mientras que a los hombres no se les juzga por ser solteros.

b) mito de la exclusividad: nos hace creer que sólo podemos amar a una sola persona y por ende alimenta otro mito, el de la monogamia, siendo que nuestra personalidad tiene la capacidad de amar a más de una pareja.

c) mito de la perdurabilidad: nos hace creer que el amor puede durar toda la vida tan sólo por encontrar a la persona ideal, mientras que en la realidad el amor debe mantenerse mediante el esfuerzo constante y no hay ninguna garantía de que se mantenga.

d) Mito del matrimonio: nos hace creer que la culminación de la relación de pareja debe ser el matrimonio y que esto garantiza la felicidad permanente, mientras que en los hechos la mayoría de los matrimonios acaban en separación o divorcio, en tanto que es una institución social que impone una convivencia permanente que dificulta la vitalidad de la relación sexo-afectiva.

e) Mito de la omnipotencia: nos hace creer que el amor lo puede todo, mientras que problemas como la distancia, la violencia doméstica y la desigualdad, sobrepasan la capacidad del amor para mantener la relación sexo-afectiva.

f) Mito de la heterosexualidad: nos hace creer que el amor verdadero y válido es sólo el heterosexual, anulando la diversidad de expresiones sexo-afectivas que posee el ser humano.

g) Mito de los celos: nos hace creer que los celos son una muestra de amor, cuando realmente son una expresión de violencia posesiva que puede derivar en feminicidio.

En pocas palabras, el patriarcado instauró el amor romántico como un mecanismo para controlar a las mujeres al servicio de los hombres. De este modo los hombres pueden sacar el mayor provecho posible a la sexualidad de las mujeres, al trabajo doméstico no reconocido que ejercen, a la crianza inequitativa de los hijos, al trabajo de cuidados gratuitos de todos los miembros de la familia. Y cuando lo decidan pueden agredirlas, violarlas o matarlas en completa impunidad, dado que para la sociedad patriarcal los conflictos de pareja son privados, la mujer tiene la obligación de ser buena esposa y el hombre tiene todo el derecho sobre ella, porque lo que está de fondo es el mito del amor romántico.

4. Amor-justicia

“Queridos, amémonos unos a otros, que el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios; el que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor”

1 Jn 4,7.

En la antigüedad esclavista, una infinidad de pueblos eran esclavizados por varios imperios. Mientras los judíos lucharon sólo por su propia emancipación, al creerse el pueblo elegido; los cristianos propusieron una emancipación universal, que liberara a todos los oprimidos de la tierra: esclavos, prostitutas, mutilados y pescadores, entre otros. Para realizar esta tarea, los cristianos implementaron el amor al prójimo.

Sin embargo, “no se trata del romántico y generalísimo amor-del-prójimo como suele pensarse, sino de la misma enseñanza que hemos visto en el Antiguo Testamento, véase por la identidad entre amor y justicia” (Miranda, 1971:68). Es decir, si la lucha de los judíos y de los cristianos era para establecer la justicia, su idea de amor no podía ser de una índole dulzona y despolitizada, sino que significaba amar al prójimo en tanto se busca la justicia en el prójimo.

En otras palabras, “Si alguno que posee bienes de la tierra ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿Cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de lengua sino con obras y de verdad” (1 Jn 3,17-18). Es decir, el amor-justicia significa que no puede ignorarse la miseria del prójimo, que no basta con la oración, el perdón o la fe, sino que se debe atender al hermano con acciones.

Sin embargo, el concepto de caridad cristiana se ha malentendido como paternalismo humillante, donde el rico hace obras de beneficencia y fundaciones para repartir un poco de su riqueza entre la gran masa de pobres, lo que deja intacta la desigualdad. Al contrario, el amor cristiano implica un sentido agudo de justicia, donde el pobre recibe lo que necesita porque es su derecho y el que da no está haciendo ninguna condescendencia. Tal como declara el padre Ambrosio: “No le regalas al pobre una parte de lo tuyo, sino que le devuelves algo de lo que es suyo”.

Por otra parte, este amor-justicia tiene un doble filo, dado que ama a los desposeídos, pero lucha contra los poseedores, “Los injustos serán exterminados, la estirpe de los inicuos se extinguirá, los justos poseerán la tierra, la habitarán por siempre jamás” (Ps 37, 28-29). Es decir, los cristianos primitivos no amaban a toda la humanidad por igual, sino que hacían la distinción entre amar al prójimo por causa de la justicia y luchar contra los injustos que son los ricos hasta que sean exterminados.

En pocas palabras, el amor al prójimo que se predica en la Biblia, no significa un amor despolitizado y dulzón como suele entenderse, sino un amor-justicia que busca desmontar las estructuras económicas que generan la opresión y la desigualdad. Ya que este amor-justicia es producto de las condiciones históricas de opresión esclavista que se vivieron en la antigüedad egipcia y romana, de modo que sentaron las bases para un amor-justicia de nuestro tiempo, como veremos.

5. Amor-camaradería

La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.

Eduardo Galeano

Hemos visto que el amor tiene muchas facetas en función del periodo histórico y de la clase social o sexual que lo instituya, de modo que no es algo natural ni despolitizado, sino producto de relaciones económicas y sociales, que responden a intereses de clase. En tal sentido, en nuestro tiempo tenemos la posibilidad de forjar un amor que sea favorable a las mujeres y a la clase trabajadora, y que contribuya a los procesos revolucionarios que logren superar al capitalismo y al patriarcado, en una futura sociedad comunista.

Lo primero que debemos comprender es que “el amor no es una cuestión privada, como parece entenderse a primera vista. El amor es un precioso factor social y psíquico que la Humanidad maneja instintivamente según los intereses de la colectividad” (Kollontai, 1923). Es decir, el amor que sintamos, expresemos y nos impulse a formar una familia, no es de incumbencia meramente personal, sino que involucra e influye en toda la comunidad. En contraparte, en la sociedad capitalista el amor de pareja se considera un amor exclusivo y excluyente que separa a la pareja amante del resto de la colectividad.

¿Qué consecuencias trae ese amor excluyente de la pareja capitalista-patriarcal? Que sólo vean por sus propios hijos y que infinidad de niños huérfanos sufran el abandono. Que la pareja sólo vea por sí misma y una infinidad de ancianos también sufran el abandono. En contraparte, “el amor –camaradería forjado por la ideología proletaria para substituir al exclusivo y absorbente amor conyugal de la moral burguesa está fundado en el reconocimiento de derechos recíprocos (…) en el amor, la personalidad del otro, en un firme respeto mutuo y en la comunidad de colectivas aspiraciones” (Kollontai, 1923). Es decir, el amor-camaradería implica amar a toda la clase proletaria, por lo que ningún niño ni anciano quedarían a la deriva. Precisamente Kollontai impulsó “una red de cocinas y comedores sociales, y la fabricación, reparación y lavado de ropa y otros aspectos del trabajo doméstico están integrados en la economía nacional” (1921). El amor-camaradería implica que ninguna madre vuelva a sufrir la pesada carga del trabajo doméstico y ningún niño sufra carencias de ningún tipo. Y desde entonces en los países socialistas no hay niños en las calles ni personas abandonadas, porque todos conforman la gran familia comunista.

Kollontai propone tres postulados para el amor-camaradería en las relaciones de pareja: 1. Igualdad en las relaciones mutuas (es decir, desaparición de la suficiencia masculina y de la sumisión servil de la individualidad de la mujer al amor). 2. Mutuo y recíproco reconocimiento de sus derechos (Desaparición del sentimiento de propiedad fomentado por la civilización burguesa). 3. Sensibilidad fraternal (1923). Lo cual significa que si la relación de pareja deja de estar mediada por el poder económico del hombre, las mujeres serán reconocidas como sus iguales, dejarán de ser vistas como propiedad del hombre y el amor se podrá desarrollar y expresar recíprocamente.

Si desaparece el sentimiento de propiedad en la relación de pareja, también desaparecen los celos y el deseo egoísta de fundirse con el ser amado, lo cual implica el respeto a la personalidad del otro y la educación de la sensibilidad para desarrollar el amor como un proyecto racional y afectivo en común.

En consecuencia, el amor-camaradería permite que la capacidad de amar se extienda a toda la clase proletaria, de modo que se convierta en solidaridad, por ende, “la moral comunista requiere la educación de la clase obrera en la camaradería y la fusión de los corazones y mentes (…) los lazos familiares y matrimoniales deben ser debilitados y los hombres y mujeres deben ser educados en la solidaridad (…) que las madres aprendan a ser madres no sólo de su propio hijo, sino de todos los hijos de los trabajadores” (Kollontai, 1921). Es decir, el amor-camaradería es el final de la familia como la conocemos y el inicio de la creación de la gran familia comunista, que no permite que ningún niño o niña sufran hambre o carencias y que ningún anciano sufra abandono.

Por otra parte, el amor-camaradería también libera a las mujeres de los mitos del amor romántico, dado que para la ideología proletaria “el amor no es lo único en la vida (…) La moral comunista alienta el desarrollo de muchos y variados lazos de amor y amistad entre las personas. El viejo ideal era “todo para el ser querido”; la moral comunista exige todo para el colectivo” (Kollontai, 1921). Es decir, la superación del amor patriarcal sólo es posible con el amor-camaradería, que forja relaciones igualitarias entre hombres y mujeres.

En pocas palabras, el amor camaradería es la superación e integración dialéctica de todos los tipos de amor en la historia, por lo que es una herramienta para la revolución social, ya que permite que la clase trabajadora logre la cohesión afectiva suficiente para luchar contra el capitalismo y el patriarcado, para forjar una sociedad en la que el amor pueda realizarse en su máxima expresión, para ello se requiere que cada cual reciba según sus necesidades y trabaje según sus capacidades, como dijera Marx y las mujeres tenga poder sobre ellas mismas, como dijera Wollstonecraft.

Referencias

Herrera, Coral. (2010) Los mitos del amor romántico en la cultura occidental. En: http://haikita.blogspot.com

Kollontai, Alexandra. (1921) Tesis sobre la moral comunista en el ámbito de las relaciones conyugales. En: https://www.marxists.org/espanol/kollontai/index.htm

Kollontai, Alexandra. (1923) ¡Abran paso al Eros alado! (Una carta a la juventud obrera). En: https://www.marxists.org/espanol/kollontai/index.htm

Miranda, Porfirio. (1971) Marx y la Biblia. México, edición del autor.

4 comentarios sobre “EL MITO DEL AMOR CAPITALISTA-PATRIARCAL

  1. Considero que el artículo parte de una falsa realidad en los estudios de género, debido a que en estos el tema del amor, y especialmente el amor romántico, tiene una bibliografía abundante. Por lo demás, el texto hace una entelequia del amor occidental y tiene una argumentación que está muy rebasada en la actualidad, la visión marxista de la socialización prehistórica del sistema binario de género, tampoco se aborda de esa manera actualmente. Se han hecho bastantes esfuerzos antropológiques para desarticular las complejidades de antaño, como el tradicional mito del hombre cazador y la mujer recolectora, mitos que atraviesan este texto y obvian la complejidad de los temas por meros reduccionismos que pudieran llegar a ser considerados panfletarios. Un saludo y ánimo por el esfuerzo por avanzar en los temas, la crítica nos hace mejores seras, seres y/o seroas.

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    1. Gracias por leer el texto y por los comentarios. Nunca he caído en l tradicional mito del hombre cazador y la mujer recolectora, ya que esto sólo fue una realidad en el salvajismo superior, pero en el inferior no había división de trabajo. Por otra parte los estudios de género tienen un sesgo academicista que critico y prefiero apoyarme en obras más politizadas como las que empleo en las referencias. La intención de mis escritos sí es panfletaria, pero en el sentido positivo de difundir en pocas palabras y con claridad una posición política que pueda usarse para la lucha social.

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